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En la planta baja, un terminal de ordenador permite hacer la visita virtual del Museo, conocer la Colección Barracco y admirar algunas de
sus obras.
El Museo Barracco está formado por una prestigiosa colección de esculturas antiguas procedentes del arte asirio, egipcio, chipriota, fenicio, etrusco y grecorromano. Giovanni Barracco, un noble calabrés, donó su colección al Ayuntamiento de Roma en 1904 tras dedicar su vida al coleccionismo de obras de arte, que fue consiguiendo con adquisiciones procedentes del mercado de antigüedades y de las grandes excavaciones arqueológicas que abundaron en la Roma de finales del XIV a causa de las transformaciones urbanísticas necesarias para convertir la ciudad en capital. Para albergar la colección se construyó expresamente un palacio neoclásico, pero tuvo que demolerse cuando se amplió el corso Vittorio. En 1948, la colección pudo reordenarse en la Farnesina ai Baullari, un elegante edificio construido en 1516 por Antonio da Sangallo el Joven.
El arte egipcio está presente con obras originales de las más antiguas dinastías (3.000 a.C.) hasta la época romana. De Mesopotamia proceden las preciosas lascas asirias que decoraban las paredes de los palacios de Asurbanipal en Nínive y Senacherib en Nirmud de los siglos VII y VI a.C.
No es frecuente que los museos italianos exhiban una sección de arte chipriota y mucho menos que se vean objetos de rara factura, como un carruaje votivo policromo y la cabeza de Heracles de los siglos VII-VI a.C.
El arte griego se presenta con numerosos originales. Las obras expuestas componen un cuadro exhaustivo del gran artista Polícleto (V a.C.) y de su escuela.
En cuanto al arte romano cabe destacar la cabeza de un muchacho de la familia Giulia, testimonio del refinamiento de los retratos privados de la primera época imperial (I d.C.). Por último, el arte de las provincias está presente con tres lascas procedentes de Palmira, encrucijada de las rutas de caravanas de Oriente Medio y que vivió su máximo esplendor en el siglo II d.C. El broche de oro a este recorrido histórico lo forma el mosaico policromo procedente de la primera basílica de San Pedro en Roma (XII d.C.).